domingo, 23 de junio de 2013

Con ayuda de un fusil

La luz de la luna se reflejaba en los fríos charcos que se acumulaban como fruto de las continuas lágrimas del cielo, que parecían llorar la muerte de tantos inocentes. Inocentes que un día intentaron saltar la puntiaguda alambrada bajo mis dedos, que había separado familias, amores y sueños, y que, sin sentirse satisfecha, seguía arrebatando vidas. Miles de cuerpos habían ido alimentando el sediento suelo ávido de sangre y muerte, albergando en sus tierras los últimos gritos de desesperación de sus víctimas. Mientras tanto, el gélido viento me revolvía las ropas como un travieso niño con ganas de jugar, solo que el juego del viento podía ser mucho más peligroso. Sus revoltosos dedos se colaban entre mis articulaciones, convirtiéndose así, en mi único compañero.



De pronto, de entre la niebla que amenazaba con arrebatarme el campo de visión, apareció un niño. Una figura fantasmagórica aparecida de la nada acercándose entre sollozos, tropezándose en un vano intento de pasar desapercibido. Sus pequeñas manitas intentaban aferrarse a lo que fuera, moviéndose sin sentido en todas direcciones. Su mirada navegaba por la hostilidad de la noche en busca de… ‘Mommy, mommy!’ Cada resbalón, cada tropiezo, amenazaba con descubrirle y probablemente ser fusilado a sangre fría en la intemperie de este nuevo Berlín. Probablemente el paisaje también había conseguido helar mi corazón, el caso es que lo ignoré. Ya llegaría su madre en cualquier momento. Pero los gemidos continuaban, y no parecía que nadie fuera a aparecer, mientras en mi interior se comenzaba a librar una batalla entre la compasión y la indiferencia. Parecía que esta última iba a ganar cuando el niño cayó de bruces sobre el suelo y empezó a llorar. Sus lágrimas se confundían en la lluvia, pero el dolor era palpable, y eso fue lo que consiguió penetrar en el muro que, al igual que en esa ciudad, se había empezado a construir en torno a mi corazón.

Lentamente me acerqué al niño, con ademanes suaves y delicados para no asustarlo. Me agaché y lo cogí en brazos, temiendo que fuera tan frágil como un muñeco de trapo y que se esfumara y se mezclase con la niebla que nos rodeaba, como los cariñosos brazos de un amante. “Ruhig, Kind, ruhig” le susurré suavemente en el oído mientras le mecía entre mis brazos. Sus lágrimas me mojaron el hombro, y cerré los ojos para transmitirle alguna sensación de calma. Cuando sus sollozos hubieron terminado, le separé de mi cuerpo y le miré a los ojos, desvelando los secretos de su inocencia. “Wo ist deine Mutter?” En sus ojos se encendió una chispa de esperanza, y señaló al otro lado del Muro. Y comprendí. Noté cómo la adrenalina fluía por mis arterias, y la cabriola que realizaba mi corazón. Y en ese momento, me di cuenta de que eso era lo que debía hacer, lo máximo que podía llegar a aspirar un simple vigilante de El Muro.

5 días después
Y aquí estoy. Observando mi reflejo en la sopa de ajo, vislumbrando los rastrojos del hombre que había sido, pero que ahora es una sombra demacrada con ojeras y las puntas de una barba incipiente asomando alrededor de los voluminosos pómulos. Se abre la puerta. Una negra bota cuidadosamente abrillantada se asoma y pisa descaradamente el suelo de mi casa. Con parsimonia, desenfunda el fusil, ya desgastado por el uso, y me apunta. Y me doy cuenta de que el momento ha llegado. Dicen que tu vida entera discurre por delante de tus ojos antes de morir. Es mentira. Lo único que veo en ese momento es la cara del niño muerto en el suelo, una orden de relevarme de mis funciones por insubordinación, y la sensación de una puntiaguda alambrada contra mis dedos.

sábado, 15 de junio de 2013

Evasión

El constante y rítmico golpeteo resonaba como caprichosas voces que se perdían en la longevidad de la noche. Mi corazón producía una curiosa melodía que iba al ritmo de su carrera, coordinándose como uno solo. Como nosotros. Éramos un solo ser, y mientras los oscuros y misteriosos árboles se sucedían, nuestras almas sonreían a la par. Mientras el viento, travieso, me sacudía la cara con mi propio pelo impredeciblemente, me di cuenta de qué significaba la felicidad, y de que ya la había encontrado, y que siempre había estado allí para socorrerme cuando me sentía morir. Que lo que llevaba persiguiendo toda la vida siempre lo había tenido, los árboles no me habían dejado ver el bosque. Este descubrimiento me dejó sin aire, me dominó el cuerpo, y yo, tonta de mí, pensé que podría dejarme llevar por esta inofensiva sensación. El repentino aturdimiento hizo que se me resbalara el estribo derecho y perdiera el equilibrio. Mis sueños, mi vida, mi propio yo, se desmoronaron como un débil puzzle sin modelo en el cual fijarse. Caí y caí en un mar de oscuridad. 




Esto es lo único que recuerdo después de levantarme en una camilla de hospital, los olores de insulina característicos de la sala golpeándome como furiosos duendecillos que querían hacerme ver la realidad. Completamente desorientada, mi cabeza giró involuntariamente para ver lo que sería el ladrón de mi felicidad, una limpia, nueva y resplandeciente silla de ruedas.

Presentación / Presentation

Hola, gracias a mi prima (Picassa), al fin he decidido abrir mi propio blog donde escribiré tanto en inglés como en español. Cada viernes intentaré actualizarlo pero no os prometo nada porque la puntualidad y yo no somos buenas amigas. 


Bueno, espero que os guste.

Atentamente: Butterflies and Hurricanes

Hey everyone, thanks to my cousin (Picassa), finally I've decided to create my own account where I´ll write equally in english as in spanish. I´ll try to keep it up to date, usually every Friday but I don´t promise anything. Just give me one opportunity and if I write any eye-damaging word,  don't doubt in making me know it. 

I hope you will enjoy it.

Butterflies and Hurricanes